Imaginad, solo por un momento, que a vuestra hija/o le diagnostican una enfermedad y se queda ingresada en el hospital lejos de vuestra ciudad…
“Me acuerdo cuando el médico de Italia nos llevó por primera vez a visitar la sala. Hasta entonces llevábamos un mes y medio comiendo y descansando en el coche o en los pasillos solitarios del hospital por las tardes. Un lugar dónde poder estar, donde poder comer en una mesa y sillas, donde poder sacarme leche tranquilamente, donde poder ir al baño, descansar… un rayo de luz iluminó mi rostro cansado y preocupado por todo lo que nos estaba pasando“